Así un
diario colombiano hacía referencia a esta reflexion hace unas semanas, una de sus páginas. Comienza el
articulo diciendo: “la escena ya no es ajena para nadie que, sin importar el
escenario, parecen no poder evitar estar más pendientes de sus celulares que de
sus propios hijos. Esta parece ser una evidencia de que las nuevas tecnologías
amenazan también con fracturar las relaciones familiares”.
El diario en mención
aporta algunos datos tomados de la revista Pediactrics: “tras hacer un
seguimiento a 55 grupos familiares, los autores encontraron que casi en el 75 %
de los casos, los adultos utilizaban dispositivos móviles durante la comida con
sus niños. El grado de interacción con los dispositivos iba desde no sacar el
teléfono o ponerlo sobre la mesa (menos del 10 % de los casos) hasta usarlo
casi en forma constante, lo que ocurrió en 40 casos en total”. No se trata de
satanizar la tecnología, sino de llegar a un punto donde ésta se adecue a la
familia y no la familia a ella. La psiquiatra Liliana Betancourt considera que
el mal manejo de la tecnología en las familias afecta el desarrollo emocional
de los pequeños, impactando en su proceso de socialización hasta causar, en el
futuro, alteraciones del estado de ánimo. En la medida en que los padres
centren su atención en la tecnología, pierden la oportunidad de establecer
contacto visual y de detectar expresiones faciales que comunican un mensaje de
la vida de sus hijos.
Esto puede generar en ellos sentimientos de inseguridad,
de rabia y la creencia de que no son importantes en la vida de sus papás. Esto
de ´perder la oportunidad de establecer contacto…’ es algo muy importante:
Norman J. Bull y otros autores señalan la edad de los niños entre 4 y 10 años
como una etapa especial en la relación de padres e hijos; es la etapa llamada de
la ’heteronomía’, en que los padres son los ‘ídolos’, los mejores personajes en
la vida de los niños; pasada esta etapa los padres pierden protagonismo en la
vida de sus hijos, porque en la etapa siguiente –la socionomía- son los amigos
y compañeros de escuela quienes asumen el protagonismo.
La tendencia entre
niños y adolescentes a permanecer demasiado tiempo frente a las pantallas de
televisión, celulares, tabletas y computadores, incluidos los auriculares, ya
tiene un nombre: los ‘screenagers’. En este caso son los adultos (maestros,
papás, cuidadores) quienes se quejan del aislamiento de los menores de edad.
Hemos llegado al extremo, afirma la psiquiatra Olga Albornoz, en que los papás
abren perfiles en Facebook para poder comunicarse con sus hijos y enterarse de
lo que están haciendo. Se trata de una situación que no tiene reversa y que
tampoco cambiará en el inmediato futuro. Por eso, la especialista aconseja a
los padres no rezagarse frente a las nuevas tecnologías e irse adaptando para
imponer normas en el ámbito familiar.
¿Qué hacer?. Aunque no hay tiempos
descritos para el uso de la tecnología en familia, es importante que en cada
hogar existan lineamientos sobre la utilización de la misma. Aislar a los hijos
o permitir que la tecnología ocupe las funciones de un papá, puede impactar más
adelante en los niños solos, que tiendan a ser ansiosos y depresivos, debido a
que las primeras personas que tenían que ocuparse de ellos no lo hicieron. El
uso del móvil es ya uno de los principales conflictos que llevan a las familias
a buscar un ‘mediador’, alguien que logre poner en diálogo a padres e hijos,
porque los padres no tienen manera de controlar el uso que hace del móvil el
hijo, porque al retirárselo pierde el control sobre el adolescente. Los padres
de familia se hallan ante una paradoja: por un lado, sienten la necesidad de
cortar un uso inadecuado del teléfono móvil y, por otro, quieren que su hijo lo
tenga para poder tenerlo localizado. La demanda de ‘mediación’ se ha
incrementado, entre otras razones porque padres y madres de familia se sienten
cada vez más inseguros e indefensos en un entorno que les parece cada vez más
difícil.
El Concilio Vaticano II fue enfático en subrayar la misión de los
padres de familia; las expresiones con que se dirige a ellos son
significativas: “los padres deben ser para sus hijos los primeros educadores
mediante la palabra y el ejemplo” (LG. n. 11), “la familia la primera escuela
de humanismo” (GS. n. 52), “la primera escuela de virtudes sociales” (GE. n.
3), “la familia ayuda a armonizar los derechos personales con las demás
exigencias de la vida social” (GS. n. 52).
Un peligro acecha a los padres de
familia en este momento: la permisividad; los padres de una modesta cultura se
sienten débiles cuando deben afrontar a los hijos con una cultura superior,
universitaria o profesional; a veces tienen miedo a hablar por no aparecer como
anticuados…
No es una situación fácil. De todas maneras, los padres son la
autoridad en casa, y los hijos deben respetarla y acatarla.
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