Cuenta
un esposo: mi esposa convive conmigo en un reservado silencio, un silencio del
cual yo me siento culpable; compartiendo el mismo techo, me volví radicalmente
indiferente hacia ella, con actitudes en las que me he implicado personalmente
en nuestra relación. Me he comportado como un extraño que decía quererla,
aunque la tratara como objeto. En la hondura de mi intimidad, bien sé que mi
esposa no me ha sido realmente indiferente; mi actitud ha sido más bien
fingida, simulada. Ahora me pregunto: cómo puede alguien sentirse indiferente
ante la persona a la que supuestamente quiere?.
Nos damos cuenta de que cometimos el error de los que viven un corto noviazgo sin
tiempo para conocerse mejor, y en este limitado espacio se ve solo lo valioso
en el otro, mientras permanecen ciegos a sus defectos que, como cualquier ser
humano tiene, y que en los primeros años de vida conyugal empiezan a emerger y
a ponerse de manifiesto. Creíamos que estar enamorados era suficiente para
consentir a la celebración del matrimonio.
Son
varios los factores que pueden generar esta situación de indiferencia: un
primer factor es creer que el amor es algo mágico… No. El amor humano, máxime
el amor conyugal, es algo muy personal que surge del fondo del corazón de cada
uno de los enamorados; es un amor que exige ser cultivado como una planta
delicada, porque el amor que no crece, decrece y muere. El amor conyugal no es
tan simple como se lo imaginan; los psicólogos hablan de los tres ingredientes
del amor conyugal: pasión por parte del varón, afecto por parte de la mujer y
el compromiso por parte de ambos; es lo que llaman la "triangularidad del
amor.
La
vida conyugal es un proceso que se inicia con el enamoramiento, la elección del
otro(a), el compromiso mutuo y el proyecto común; se trata de un proyecto en
que unen los pareceres de ambos, junto con la visión que cada uno tiene de la
vida futura que añoran, para caminar en la misma dirección. De aquí que los
esposos deben vivir el tiempo con visión de futuro en el presente de cada día;
es un error mayúsculo quedarse anclados en el pasado, añorando las cosa pasadas
y guardando recuerdos ingratos; a nadie le agrada que le estén recordando un
pasado negativo.
La
vida conyugal se teje diariamente con mil detalles, tal vez sencillos pero
efectivos para construir una relación auténtica de personas humanas y de
cónyuges: el saludo, la sonrisa, el abrazo, un servicio, una caricia, un beso,
el buen humor, traerle a ella un ramo de flores, recordar la fecha del
cumpleaños, de la boda, admirar el cambio de peinado de ella, el estrén de
vestido, etc. En cuestión de detalles los varones somos escasos, tacaños; las
mujeres son más dadas al detalle. A veces la falta de un detalle puede ser
considerada como indiferencia.
Si
los cónyuges en el matrimonio, mutua y recíprocamente no contribuyen a
reconocer e incrementar el valor que hay en el otro(a) y en sí mismo, ninguno
de los dos puede crecer. Por esta razón, sin la comunicación, el matrimonio no
puede caminar hacia adelante en la realización del proyecto común de pareja.
A
propósito de ‘comunicación’, es importante tener presente los factores que
bloquean la comunicación entre esposos: sean las expresiones verbales, como
también las no verbales que damos con simples gestos. De verdad que la
indiferencia termina siendo un asesino silencioso de la vida conyugal; la indiferencia
lleva a la rutina en la vida matrimonial y ésta a perder el sentido auténtico
de un buen matrimonio, de un matrimonio feliz.
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