jueves, 12 de septiembre de 2013

Las tentaciones de Jesús en el hombre de hoy

TERCERA PARTE

El evangelio de Mateo nos trae una de las experiencias fuertes que Jesús vivió durante cuarenta días en su paso por el desierto. Cuenta el evangelista que al final de ese largo ayuno, Jesús fue tentado por el demonio con los tres grandes males del hombre: materialismo, poder e idolatría (ver Mateo 4, 1-11). Tentaciones que Jesús rechazó radicalmente, pero que muchos de nosotros aún no podemos porque seguimos escuchando la voz del mal. Veamos:

Idolatría: "Después el diablo lo llevó a una montaña altísima y, mostrándole los reinos del mundo y su gloria, le dijo: Todo esto te daré, si te postras y me adoras" (Mateo 4, 8-9).

Uno de los grandes males que aqueja la fe del cristiano-católico actual, es divinizar todo aquello que está a su alrededor, confundiendo la acción sanadora y misericordiosa de Dios con actos que ciertos individuos realizan de manera teatral. Esto hace que se distorsione la esencia de la fe y se caiga en la idolatría, tentación que Jesús superó de manera práctica recordándonos que sólo a Dios adoraremos y rendiremos culto a través del compartir, o sea en la Eucaristía, en la cual todos somos iguales (aunque algunos piensen lo contrario) y el pan es partido y compartido con amor.

Desde la fe no podemos distorsionar nuestra creencia. Si usted tiene dudas en qué cree, entonces lo invito a que lea y trate de entender con la ayuda del sacerdote el “Credo de los Apóstoles”, de tal forma que comprenda los fundamentos por los cuales enfoca su fe en la Santísima Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo), en la Virgen María, la Iglesia Católica, la comunión de los santos, el perdón, la resurrección y la vida eterna.

No se deje engañar por aquellos que utilizan la fe para hacerse ricos o curar enfermedades como si fueran chamanes con demostraciones acrobáticas y ritos extraños; no se deje engañar por aquellos que se creen santos y le tildan de pecador por cada acto que hace. Recuerde que Jesús no nos está señalando siempre con su dedo acusador; al contrario, él siempre está con su mano extendida ayudándonos, diciéndonos que nosotros somos importantes para él y que, a pesar de nuestros errores, podemos cambiar y ser parte de su proyecto de vida que es el Reino de los Cielos. Sólo nos pide una cosa: tener fe del tamaño de un grano pequeño y Él nos asegura que podemos mover montañas.

No caigamos en la idolatría o en el eclecticismo de practicar y asistir a un sin número de rituales (horóscopos, cartas, lectura del tabaco, tarot, etc.) y mezclarlos con nuestras creencias católicas. Formemos a nuestros hijos con fundamentos sólidos y prácticos, porque si están acompañados por el testimonio y el servicio, seguros que ésta tercera tentación estará vencida como lo hizo el Maestro en el desierto.

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