viernes, 28 de febrero de 2014

El "YO" Familiar


Como seres humanos hemos sido creados de manera individual, no como clones de “La Guerra de las Galaxias”o de “Matrix” para los que somos peliculeros y para los que no son peliculeros les diría que somos modelos exclusivos, no como camisas de tiendas de a peso.  El desarrollo de nuestra vida como seres adaptados e integrados a una sociedad y sobre todo llenos de alegría y felicidad depende inicialmente de nuestra salud física, psicológica y espiritual todas ellas unificadas en armonía dentro de cada uno de nosotros.  Para que esto sea posible luchamos por comer bien, hacer ejercicios, tener tiempo de recreación, controlar nuestras emociones, evitar conflictos, superar los miedos,  en pocas palabras: estar seguro de uno mismo.  Esta seguridad nos lleva al éxito profesional, matrimonial y familiar.  Con personas así construimos un mundo mejor.  Pero en esta búsqueda personal se nos hace énfasis en desarrollar las propias capacidades, los dones espirituales que Dios nos ha dado, afirmar el “YO” como seres únicos, imagen de Dios, con sentido de pertenecer a una nación, a una cultura, a una Iglesia…y esto está bien.  Pero a nuestro parecer nos faltaría ocuparnos del “YO” familiar que envuelve todos los “YO” mencionados.
Estamos de acuerdo que el sentido de pertenencia a un país, una religión, una profesión son importantes y anclan al individuo a un puerto seguro, pero el pertenecer a una familia con un padre y una madre presentes, activos, amorosos, expresivos solidifican la persona humana que aunque no exista una nación, una cultura, una profesión o una religión logrará la plenitud de sí mismo, su felicidad, su sentido de pertenencia a la creación de Dios como familia universal y repetirá el modelo construyendo a su tiempo una familia integrada al plan de Dios para la humanidad.
Nosotros como individuos procedemos de familias integradas que nos han dado la solidez de individuos, con tropiezos y debilidades de todo tipo (físico, emocional y espiritual) pero que hemos logrado superar basados en la imagen de Dios a través de nuestros padres unidos en matrimonio, presentes y activos, al mismo tiempo podemos decir que nuestro hijo se desarrolla como ser humano con un sentido de pertenencia a este país, a nuestra cultura hispana, a nuestra Iglesia Católica, pero lo que más le fortalece es su “YO” familiar, con sentido de pertenencia a nuestra familia que es Católica, multicultural, con debilidades y fortalezas, pero sobre todo llenos del amor de Dios para dar.

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