miércoles, 4 de febrero de 2015

En búsqueda de la otra mitad...

Cuenta una leyenda que cuando Dios crea un hombre toma un corazón en la mano y lo parte en dos; una mitad la coloca en el pecho del hombre y la otra mitad en el cuerpo de una mujer. A ambos los echa al mundo, a cada cual con su medio corazón. Cuando los dos crecen notan que no tienen más que medio corazón y que deben ponerse a la búsqueda del otro medio corazón que a cada uno le falta. Dónde estará esa otra mitad?. Estará cerca?. Estará lejos?. Ninguno de los dos lo sabe. Por eso, ni él ni ella deben descansar hasta que encuentren el otro medio corazón. Una vez que lo encuentren, tienen que unir sus dos medios corazones para formar uno solo, y para lograrlo solamente hay un pegante: el amor.

La leyenda del medio corazón aparece en una forma u otra en muchas de las culturas antiguas de la humanidad: los chinos hablan de chapa y llave, los griegos hacen referencia al mito del  ‘andrógino’, algunas tribus latinoamericanas aluden a la lluvia y tierra; los filósofos del lenguaje acuden a los pronombres ‘Yo’, ‘Tú’, que unidos hacen el ‘nosotros’ de pareja; los enamorados en su argot popular hablan de ‘mi otra mitad’. Todas estas intuiciones hacen  referencia al plan de Dios al crear al varón y a la mujer en vista a hacer de ellos “una sola carne”. Este ‘una sola carne’ se traduce por el ‘nosotros conyugal’ o el ‘yo conyugal’, como afirmaba San Juan  Pablo II. Este ‘nosotros conyugal’ no surge espontánea, mágicamente; el  machismo, y más recientemente el feminismo, en vez de hacer confluir varón y mujer a formar el ‘nosotros’ de la pareja, los aleja uno de  otro.  La integración de varón-mujer como ‘una sola carne’ es obra de un proceso dinámico que va superando diversos niveles: la comunión genital, la comunión afectiva, la comunión personal y la comunión sacramental que los hace ‘símbolo’ de la unión de Cristo con su iglesia. Es un camino que deben recorrer juntos una imagen plástica de  lo que debe ser la sintonía de varón-mujer unidos como una sola carne, con la conciencia de ser el ‘nosotros conyugal’, es la representación de una pareja en una barca movida a dos remos; para que la lancha camine hacia adelante es necesario sincronizar el movimiento uniforme y  rítmico de los dos remeros. Un gran teólogo moralista –Bernhard Häring- expresó este movimiento en la sentencia. “deliberar y decidir juntos”. El Concilio  Vaticano II ya intuyó la necesidad de encontrar la ‘otra mitad’, es decir, crear ‘la conciencia de ser una sola carne’ cuando  enseñó en la Gaudium et spes: “se esforzarán ambos de común acuerdo y común esfuerzo por formarse un juicio recto” (n. 50). San Juan Pablo II lo ratificó con estas palabras: “conviene tener presente que  en la intimidad conyugal están implicadas las voluntades de dos  personas, llamadas sin embargo a una armonía de mentalidad y de comportamiento” (Familiaris consortio n. 34).


Encontrar ‘la otra  mitad’ y formar con ella ‘una sola carne’ es tarea ineludible de varón  y mujer cuando intentan realizar felizmente su vocación matrimonial. El  gran ingrediente que une las dos mitades –el amor- debe crecer progresivamente, porque si el amor no crece, entonces decrece y puede  llegar a morir….

Para reflexionar: qué acciones realizas para fortalecer tu relación matrimonial con tu "otra mitad"?

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