jueves, 4 de junio de 2015

Importancia del optimismo en la Familia

Es fácil detectar la diferencia entre una persona pesimista y una optimista; un ejemplo muy sencillo: el pesimista no recuerda que el lirio pertenece a la familia de la cebolla; el optimista, en cambio, nos recuerda que la cebolla pertenece a la familia del lirio. Son puntos de vista diferentes. El optimismo es una característica que permite interpretar acontecimientos externos de una manera favorable y positiva, independientemente de su carácter.

Las personas optimistas tienden a fijarse más en el lado amable y constructivo de la vida; suelen ver posibilidades y soluciones donde otros no ven nada más que problemas y dificultades. Una actitud optimista está relacionada con la confianza en las propias capacidades de lograr lo que nos proponemos; es decir, con una alta auto-estima. Los beneficios que reporta una actitud optimista son evidentes: mejor estado de salud en general, se es más alegre y entusiasta, más emprendedor; suelen enfermarse menos y si enferman se recuperan más rápidamente.

Tener optimismo no es garantía del éxito, no soluciona los problemas, no tiene un efecto mágico para salir triunfante, pero sí nos permite recuperarnos más fácilmente en los fracasos. No se trata de desear las cosas o dejarlas a la suerte; hay que hacer que ocurran. Una actitud razonablemente optimista impulsa a buscar de manera reflexiva soluciones a las dificultades, lo cual permite tratar los hechos desde perspectivas diferentes y analizar las cosas a partir de los puntos favorables.

Para una pareja de esposos, para una familia, el optimismo es energía que transforma, incluso lo negativo en perspectivas esperanzadoras: siempre es posible mejorar la conducta, encuentra soluciones poniendo en juego el ingenio, puede sonreír entre las lágrimas, ver el sol entre la niebla, transformar la adversidad en un desafío.

Pero se debe fomentar el optimismo con actitudes concretas: revisando qué se puede hacer para mejorar lo que está mal y no quedarse en la crítica y la queja; tratando de ocuparse de las situaciones y no quedarse solo en la preocupación; ver lo positivo de las otras personas y valorarlo en su justo precio; revisar lo que sabotea el optimismo, como es la inseguridad.
Un recurso que favorece el optimismo es el desarrollo de la ‘riso-terapia’; es un recurso tan sencillo, pero muy efectivo: nadie es tan rico que no necesite de una sonrisa, y nadie es tan pobre que no pueda enriquecer al hermano con una sonrisa. Se ha comprobado científicamente que la risa es un tónico de la vida, es un elixir, y que es la mejor medicina de que pueda disponer el ser humano. Alguien definió la sonrisa como ‘la estampilla de Dios’.

Incluso para la corrección del hermano puede ser útil una sonrisa no burlesca: es tan diferente corregir a otro con agresividad, humillándolo, a corregir con una sonrisa, tal vez picaresca, que le haga entender que falló en la conducta, pero que ha encontrado a alguien que lo comprende y que quiere ayudarlo.


Dicen que para hacer una mueca de rechazo y de desagrado hay que poner en movimiento 74 músculos de la cara; en cambio, para sonreír bastan solo 16; de ahí que se concluya sugiriendo un buen slogan: ‘sonría, que cuesta menos’. Se recuerda con grata impresión cuando Juan Pablo I, recién elegido Papa, apareció en el balcón de la basílica del Vaticano sonriendo; aquella sonrisa le dio la vuelta al mundo y desde entonces se le llamó como ‘el Papa que sonríe’. Una sonrisa puede hacer historia.

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