Esta
reflexión nos la sugiere ‘la parábola de los talentos’ que narra el Evangelista
S. Mateo (25, 14-28). Nuestros padres y abuelos sin duda que la habrán tenido
presente al educar a sus hijos. En nuestro tiempo parece haberse olvidado este
mensaje; los padres de familia modernos son exageradamente contemplativos con
sus hijos, les ahorran hasta el más mínimo esfuerzo.
Como
fruto, en buena parte, de esta conducta, tenemos hoy el fenómeno de los ‘jovenes
adultos’; en cada país reciben un nombre determinado… Son aquellos jóvenes de
25, 30 años que aún viven con sus padres: son tal vez ya profesionales, viven a
expensas de sus padres, aunque ganen un buen sueldo…; quizás sus padres no les
exigen ninguna cooperación con el presupuesto de la familia, porque dicen no
necesitar ayuda… Y cuando llegan a casarse, sus padres les pagan los gastos de
la boda, el viaje de luna de miel y les dan casa para vivir...
Pero
la costumbre de “darlo todo a cambio de nada” ya comenzó desde hace tiempo,
desde la infancia; dan comida, vestido, estudio, medicinas, paseos,
diversiones, comodidades, etc, Creen que el niño (a), el adolescente, también
el joven, no tienen nada que dar a sus padres, a cambio de todo lo que reciben.
Ni siquiera ‘dar las gracias’.
Estamos
cultivando una ‘cultura de los derechos’, olvidando que derechos y
deberes son términos correlativos: lo uno conlleva lo otro. Por esto
se habla de los ‘derechos del niño’, pero no se hace mención de los deberes...
Por este camino hemos llegado ya a que los niños acudan a la tutela estatal
para demandar a sus padres por algo que ellos creen que es su derecho.
Esta
conducta de ‘dar todo a cambio de nada’ ha generado en la conciencia de los
niños, incluso de los jóvenes, la mentalidad de que no tiene sentido vivir si
no reciben cuanto quieren o necesitan. Como consecuencia de esta mentalidad
apareció en Europa la ola de suicidos juveniles y posteriormente el suicidio de
niños.
La
vida humana se inscribe dentro de una red de relaciones interpersonales en las
que es necesaria la correspondencia; el principio tradicional del ‘doy para que
me des’ tiene alguna aplicación: los padres dan lo necesario para vivir
(comida, vestido, educación…) y el hijo (a) lo sabrá aprovechar debidamente;
por lo menos entenderá que debe obedecer, que debe respetar, que debe dar buen
rendimiento en el estudio, etc; al menos, sabrá decir ‘gracias’.
La
vida humana, con su red de relaciones interpersonales, implica el ‘compromiso’.
Educar es hacer entender la realidad de que todos estamos comprometidos, en
alguna forma, con los demás; así lo exige el hecho de vivir en relación con los
demás. No comprometerse en alguna medida es evadir mi participación en la vida
de hogar, de comunidad, de sociedad.
“Familias
numerosas, favorecieron la imposición de tareas a los
hijos como bañar, alimentar, vestir y hasta cuidar a sus hermanos menores,
mientras sus padres, particularmente la mamá, atendían a los más pequeños.
Algunos padres que vivieron esta experiencia evitan que sus hijos la sufran,
educándolos sin responsabilidades y exigencias. Será ésta una buena forma de
educar?. Dar todo a cambio de nada es un error en la pedagogía familiar.
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