El evangelio de Mateo nos trae una de
las experiencias fuertes que Jesús vivió durante cuarenta días en su paso por
el desierto. Cuenta el evangelista que
al final de ese largo ayuno, fue tentado por el demonio, donde éste le ofreció
a Jesús los tres grandes males del hombre: materialismo, poder e idolatría (Ver
Mateo 4, 1-11). Tentaciones que Jesús rechazó radicalmente, pero que muchos de
nosotros no hemos podido hacerlo, porque seguimos escuchando la voz del mal.
Veamos:
Poder :"Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito:
"Encargará a los ángeles que cuiden de ti, y te sostendrán en sus manos,
para que tu pie no tropiece con las piedras" (Mateo 4,6)
Cuando uno piensa en el poder, necesariamente debe pensarse en que
existen dos clases de personas, el que gobierna y el que es gobernado, el amo y
el esclavo, el patrón y el empleado, el supervisor y el trabajador, el que está
arriba y el que está abajo. Estas dos maneras de ser en la sociedad, en algunas
familias están representadas en el padre que se cree la autoridad suprema
porque es hombre, porque es el que lleva el cheque más grande, porque es el que
paga ciertas deudas, porque es el que puede salir solo y llegar a la hora que
quiere, porque es el que arregla los problemas a golpes, porque es el que
supuestamente tiene el poder; y en la mujer que es todo lo contrario: es la que
obedece a la autoridad de su marido macho, le entrega el cheque a su marido
porque el de ella es menor, es la que paga ciertos gastos sencillos, es la que
no puede salir sola ni compartir con sus amigas, es la que recibe los golpes
para solucionar los problemas, es la que supuestamente está sometida al poder.
Esta clase de poderes que se evidencian en algunas familias,
llevan a formar hijos machistas y niñas sometidas a la autoridad, que gracias
al ejemplo de sus padres garantizará que las siguientes generaciones continúen
por este caminar. Por eso, es importante que el poder en la familia esté
entendido como responsabilidad de padre y madre; debe estar entendido con
normas claras que surgen del diálogo y el compromiso, debe ser entendido como
un mecanismo de crecimiento, de corrección fraterna y de amor incondicional. El
poder en la familia está unido al testimonio de los padres, que a través de sus
actos forman, llevando a la práctica la siguiente frase: “dime cómo formas a tu
hijos, y te diré cómo son ellos”.
Padres, Jesús frente a ésta prueba, le recomienda a Satanás no
tentar a Dios, no abusar del poder, no imponer a la fuerza la norma. Por ello,
estamos a tiempo de ser la gran alternativa para cambiar y ser mejores padres,
ya que nuestros hijos lo necesitan.
Próximo miércoles, la tentación de la idolatría.
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