Las
parejas jóvenes no aprendieron a reconciliarse, porque el machismo predominante
de los esposos y padres, sobre todo en otro tiempo, no dio margen a esta
actitud del perdón; muchas veces se pensó que pedir perdón era humillarse ante
el otro; en este caso fallaba incluso la educación, la cortesía de pedir una
excusa; fallaba la nobleza personal de reconocer la falta, el error
cometido. Se pensaba que solo el inferior (la mujer, el hijo, el subalterno)
era quien debía pedir perdón al superior; este no fallaba.
Muchos
parejas de esposos no se percatan de que sus hijos son buenos observadores:
aprenden más por lo que ven que por lo que oyen. Incluso, llegan a hacer sus
reflexiones personales al respecto. He mos tenido ocasión de oír a hijos (as)
de 10, 12 años, al ver a sus padres discutir, ofenderse mutuamente, guardarse
rencor, etc, que dicen: ”esto es el matrimonio?. Si así es, mejor no casarse.
Yo no me casaré en el futuro”. Unos tales padres de familia destruyen con
estas actitudes la ilusión de futuro que puedan tener los hijos.
Por
el contrario, unos padres de familia que saben dialogar, deliberar juntos,
perdonarse, pedirse excusas, están haciendo escuela del perdón en su
propio hogar; los hijos que ven este testimonio dicen: “qué bonito es el
matrimonio. Si yo me llego a casar, que mi hogar sea como el de mis padres”.
Esto es crear ilusiones positivas para el futuro entre los hijos.
Los
hijos tienen el derecho a que los padres se reconcilien: es una situación
ambivalente, incómoda, para los hijos encontrarse ante los padres en riña
o altercado: por quién sacar la cara? Él es mi papá, ella es mi
mamá. Los hijos no saben a quién dar la razón de la contrariedad.
Muchas veces se oye decir: él o ella me ofendió.. Por tanto, que me pida
perdón. En este caso, la persona que se reconozca más noble, más consciente,
que dé el primer paso hacia la reconciliación. Incluso, que los padres
pidan perdón a sus hijos; es un buen testimonio.
Respecto
del perdón existen ideas equivocadas; por ejemplo: perdonar no es olvidar la
ofensa; si así fuera deberíamos sufrir de amnesia; el perdón no es una
obligación que se me impone; el perdón no es el restablecimiento de la
situación previa a la ofensa; el perdón no es renuncia a un derecho; el perdón
no es expresión de una superioridad moral; en este caso el perdón se
convertiría en una humillación para el ofensor.
Descartando
estas falsas concepciones del perdón, nos preguntamos entonces qué es el
perdón? El perdón es amar intensamente; en el caso de la pareja, el
perdón deberá ser generoso y pleno si es un amor auténtico, capaz incluso de
dar la vida por la persona que ama; perdonar es defender la causa de la
humanidad, porque el que perdona lo que hace es reconocer también su condición
de pecador ante quien le ha ofendido; perdonar es un acto liberador que
consiste en ser capaz de romper la cadena que liga causas y efectos; el
perdón rompe la irreversibilidad de los actos humanos; perdonar es ir más allá
de la justicia, pues ésta no puede ser un freno al perdón.
En
la vida de pareja, tal vez lo más difícil es la condición de no
exigir reciprocidad, pues muchas veces es preciso renunciar al derecho
que tenemos de ser compensados por algo que nos ha hecho el otro; igualmente,
no siempre nos es solicitado el perdón, ni contamos con la humildad y el
reconocimiento de quien nos ofendió. Es más sencillo cuando podemos ver
el arrepentimiento del otro y los deseos de enmendar su proceder, pero muchas
veces las personas nos ofenden o nos hacen daño sin darse cuenta.
El
arrepentimiento, la verdadera humildad del otro ante su error es un elemento
muy importante para facilitar el proceso de la reconciliación; exige
desarrollar una visión comprensiva del otro y hacernos cargo de nuestras
emociones y del efecto que éstas han generado en los demás. También el sentido
del perdón es tener la oportunidad de enmendar el error, generar actos de
reparación del daño y, a través de ellos, obtener tranquilidad y
aprendizajes importantes para la vida.
Sobre todo, es importante tener en cuenta que
el perdón posee dimensiones trascendentales; reconstruye la relación herida y
maltratada y su efecto va más allá de la pareja: afecta positivamente a los
hijos, familiares y amigos. La actitud evangélica de Jesús de Nazaret es
emblemática para todos: ‘perdonar hasta 70 veces siete, lo que significa
‘perdonar siempre’.
Para mas informacion, visite: Iglesias Domesticas
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