Es
distinto ser hijo como fruto del amor recíproco de los padres a ser fruto de un
accidente, como a veces se expresan los mismos padres de familia, o ser fruto
de la casualidad, un hijo que llega sin ser invitado a la vida. Muchos de estos
hijos que llegan por accidente, por casualidad, son víctimas del aborto.
Según
el Papa Francisco, “ser padre o madre de familia es una vocación, es una
llamada bellísima porque nos hace crecer, de manera del todo especial, a imagen
y semejanza de Dios; ser papá y mamá significa de verdad realizarse plenamente
porque es volverse similares a Dios”.
Hay
en esto un detalle que muchas veces no percibimos: a Dios lo llamamos ‘Padre’
(con mayúscula), a nuestros progenitores los llamamos ‘padres’ (con minúscula):
padre, madre. Desde la creación Dios dio al varón y a la mujer la capacidad de
transmitir la vida a otros: “Creced y multiplicaos”. Dios-Padre quiso tener un
HIJO (con mayúscula) que es Cristo y muchos hijos (con minúscula) que somos todos
los seres humanos.
Todos
nosotros somos hijos, fruto del amor de Dios-Padre que, al crearnos, nos ha
hecho capaces de amar y necesitados de amar y ser amados. Esto lo ha confirmado
el Papa Juan Pablo II cuando enseñó en su primera carta encíclica Redemptor
hominis que “si el ser humano no ama, si no es amado, no le encuentra
sentido a su vida” (n. 10).
Quizás
en nuestro tiempo haya muchos niños y niñas que son fruto de la casualidad, de
un accidente…. Padres inmaduros física y psicológicamente, abuso sexual, frutos
de un pasión sexual irresponsable, violencia sexual, juegos eróticos de
adolescentes, etc. El caso de los criminales ‘natos’ (desde su nacimiento) es
uno de tantos casos de hijos por accidente; son hijos de un padre que tal vez
pidió a su compañera abortar, o que la abandonó al tener noticia del embarazo;
quizás la madre al darle el pecho lo hacía con desprecio, con rostro de
rechazo; no le sonría al niño(a), no lo acariciaba; no le hablaba con ternura.
Estos
gestos que dan a entender que aquel niño(a) no fue bienvenido al mundo, tendrán
graves consecuencias: sin duda que en un principio no entendió el por qué de
aquel rechazo; pero pronto el frío afectivo del padre o de la madre impactará a
la criatura; este impacto repercutirá posteriormente en la sociedad: será el
adolescente malcriado, vengativo, colérico, rebelde, dañino…, será el hombre o
mujer criminal. La ciencia criminalística lo ha demostrado con la experiencia
de la investigación.
Una
estadística señala este resultado: las niñas que no contaron con el apoyo de
sus padres cuando más lo necesitaron, son 92% más propensas a fallas en sus
matrimonios y llegan al divorcio; en el caso de los hombres, son 35 % más
propensos; los niños con poco apoyo de parte de sus padres tendrán un pobre desarrollo
académico y fallarán en la escuela, no por falta de capacidad, sino por falta
de desarrollo emocional, en el cual el padre juega un papel muy importante.
Al
contrario, cuando hay una paternidad comprometida en las relaciones de padre e
hijos, en cuanto a tener sentimientos y conductas responsables respecto del
hijo, sentirse emocionalmente comprometido, ser físicamente accesible, ofrecer
apoyo material para sustentar las necesidades del niño, ejercer influencia en
las decisiones relativas a la crianza del niño, entonces el efecto positivo
será constructivo.
Ser
padre o ser madre no consiste solo en la función biológica de procrear; ya S. Agustín,
Sto. Tomás de Aquino y el Magisterio de la iglesia han entendido el texto
bíblico -‘procread y llenad la tierra”-como una procreación responsable que
incluye la educación, hasta el punto que si no los pueden educar, más bien no
los tengan.
Que
los padres y madres de familia sean ‘imagen de Dios’ por el amor nos debe
llevar a tener presente los diversos rostros del amor: el amor de esposos, el
amor de padres a los hijos, el amor de los hijos a los padres, el amor entre
hermanos. De aquí que la familia sea la primera escuela del amor.
Se
concluye afirmando que ser padres, ser madres, es de verdad una auténtica
vocación: lo atestiguan los mismos hijos que al ver a sus padres que se aman,
que se comprenden, se perdonan y se ayudan, dicen: qué bonito es el
matrimonio!!; si mi vocación es el matrimonio, quiero que en mi pareja se
realice la imagen del matrimonio de mis padres. A la inversa, cuando la imagen
de los padres es negativa, renuncian a la vocación del matrimonio, arruinando
de este modo su futuro.
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