Qué bueno es
ver llegar la Navidad !!!. Todo es luz, música y fiesta. El mundo cristiano
celebra la Navidad, cada país a su modo; se reviven las tradiciones de familia:
el pesebre, los villancicos, las tarjetas de navidad, la cena de navidad, los
regalos entre la familia y con los amigos.
Y por qué
cada año celebramos la Navidad?. Un gran acontecimiento nos motiva a celebrar
la navidad: el nacimiento de Dios en Belén; un nacimiento que se realiza en
forma muy humana, pero, a la vez, muy misteriosa también. Es que el mismo Dios
ha querido hacerse hombre, apareciendo en el seno de una familia humilde y
sencilla, como la de tantos de nosotros.
El arte en
sus diversas formas y modalidades ha encontrado placer en representar escenas
de la infancia de Jesús de Nazareth: el anuncio del ángel a María, el
nacimiento, la adoración de los pastores y de los magos de oriente, etc. Éstos
son motivos tan humanos que a todos nos atraen porque, en alguna forma, vemos
en tales escenas reflejada nuestra propia vida. No solo los pintores, también
los poetas y cantantes han inmortalizado con poemas y canciones este
acontecimiento, como “Noche de paz”, internacionalmente conocida, o como la del
célebre mariólogo S. Alfonso M. De Liguorio en italiano –“Tu scendi dalle
stelle”- (desciendes de la altura).
Pero no todo
puede ser solo floklore. Es necesario meditar un poco, al menos, en el sentido
del misterio navideño que conmemoramos. Qué significa el hecho de que el mismo
Dios haya querido encarnarse, hacerse hombre como nosotros en el vientre de una
Virgen de nuestro pueblo y en medio de una familia?. Y no quiso aparecer en
medio de nosotros ya adulto, lo que le habría ahorrado los sufrimientos de la
infancia….. Quiso nacer niño, sometiéndose así a todas las limitaciones
humanas: debilidad, pobreza, dependencia de los demás, etc.
Dios quiso
experimentar todo el proceso de desarrollo y crecimiento de todo ser humano:
concepción, nacimiento, crecimiento, escuela y taller… “El niño crecía y
progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres”,
escribió S. Lucas en su Evangelio (2,52). Todos, esposos y padres de familia,
los hijos, podemos ver en el Niño de Belén un ejemplo, un modelo de vida para
cada edad, como también en la familia de Nazareth.
San Juan Pablo
II escribió a propósito de la familia: “no hay en el mundo otra imagen más
perfecta, más completa de lo que es Dios: Unidad y comunión. No hay otra
realidad humana que corresponda mejor a este misterio divino”. Sin duda que el
Papa se refería, a través de Dios-Familia a la familia de Nazareth, a cada una
de nuestras familias, si en ellas se vive el amor, la unidad, el diálogo, la
solidaridad, la comprensión, el apoyo mutuo.
Algo similar
al pensamiento de San Juan Pablo II escribió también el Celam en un documento
preparatorio para el Sínodo de Obispos sobre la familia (1980): “esta trinidad
humana (padre, madre e hijo) fue creada desde el principio como una especie de
‘sacramento natural’ de Dios Familia”. Ciertamente, esta trinidad humana nos
remite a la primera familia en el mundo (Adán, Eva, Set), a la Familia de
Nazareth, también a mi propia familia.
Como Jesús
de Nazaret, cada uno de nosotros hemos nacido en el seno de una familia, como
fruto del amor de un padre y de una madre; como Jesús-Niño todos nosotros hemos
ido creciendo en estatura y en sabiduría; como Jesús, quizás, hemos
experimentado la pobreza, el deber emigrar a un país extraño, la persecución,
el trabajo, la traición de un amigo, etc. Por todo esto, Dios quiso hacerse
hombre, hacerse niño, para ser modelo y ejemplo en las más diversas circunstancias
de la vida.
También como
Jesús, llamamos a Dios Padre, porque el Verbo, haciéndose carne en María se
hizo hijo, se hizo nuestro hermano; Él es nuestro compañero de camino hacia la
Casa del Padre común. Porque hubo una Primera Navidad podemos considerarnos de
verdad hijos de Dios, hermanos todos nosotros con Jesús, nuestro Hermano Mayor.
Para ms informacion, visite: Iglesias Domesticas
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