A lo largo de nuestra vida, hemos aprendido que el matrimonio es un camino que hay que recorrer con valentía. Camino donde vamos a encontrar alegrías, pero también momentos de dificultades.
Su Santidad el Papa Francisco nos dice que “…la relación íntima y la pertenencia mutua deben conservarse por cuatro, cinco o seis décadas, y esto se convierte en una necesidad de volver a elegirse una y otra vez.” Es el constante decir si quiero al programa de vida que nos comprometimos a seguir. El saber que no estamos solos, que no nos refugiamos solo en las emociones del momento, es lo que nos da la capacidad de perdonar y sentirnos perdonados para seguir adelante.
Cada conyugue sigue su crecimiento espiritual y personal, asumiendo sus propias responsabilidades para ello. Al mismo tiempo el orar juntos permite que la gracia se derrame nuevamente y el amor quede fortalecido, trasformando cada situación en una victoria en favor del matrimonio.
En la vida matrimonial surgirán cambios en el camino, pero nunca comprometiendo el norte hacia donde queremos ir como matrimonio y como familia. Queremos llegar juntos perseverando en la fe en Jesucristo y en el compromiso de vivir el matrimonio hasta que la muerte nos separe. Nuevamente el Papa Francisco nos dice: “…Pero al unirse, los esposos se convierten en protagonistas, dueños de su historia y creadores de un proyecto que hay que llevar adelante juntos. La mirada se dirige al futuro que hay que construir día a día con la gracia de Dios…” No se nos pide perfección sino crecimiento en el proceso. Hay que construir con tolerancia y comprensión. Si queremos vivir bien en el futuro tenemos que construir viviendo en el presente, poniendo todo nuestros esfuerzos y esperanzas en la vida familiar.
En el caminar de nuestra vida matrimonial a través de cuatro décadas juntos, hemos visto nuestros sueños hacerse realidad. Con la llegada de nuestros hijos, hemos tenido la oportunidad de participar en la construcción de la estabilidad emocional de cada uno de los miembros de la familia. La alegría de la superación, que nos costó entre otras cosas el dejar nuestros países para establecernos en esta sociedad norteamericana, y la seguridad personal de ver que a pesar de las dificultades Dios nunca nos ha dejado nos dan las fuerzas para seguir caminando hacia adelante. Con libertad y alegría podemos decir, que si vale la pena luchar para preservar nuestro matrimonio.
Amoris Laetitia 163
Amoris Laetitia 218
Ramon y Olga Tapia
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