miércoles, 1 de mayo de 2013

¿Y tu hijo habla español?

¿Se acuerdan cuando salimos de nuestro país de origen? Muy posiblemente las maletas estaban cargadas de sueños y esperanzas: deseábamos una vida mejor, queríamos por medio del trabajo comprar la casa y el carro preferido, anhelábamos reunir la mayor cantidad de dinero para enviar unos cuantos dólares a los que se quedaron en la capital, en el pueblo o en el rancho y, lo más importante, pensábamos en un futuro mejor para nuestros hijos, ya que en este país, al tenerlo todo, las posibilidades de que ellos alcanzaran sus metas eran casi seguras.

Con el pasar del tiempo nos fuimos acostumbrando a la cultura norteamericana. El día a día se convirtió en una escuela de aprendizaje, desde el idioma mismo hasta la manera de esperar pacientemente cuando el semáforo está en rojo. Todo esto que hemos adquirido, lo hemos almacenado junto a aquello que seguimos haciendo con mucho orgullo y que nos recuerda de dónde venimos: ¿acaso dejamos de comer tortillas, tamales, mole, frijoles o arroz con gandules? ¿Acaso dejamos de tomar café? ¿Dejamos de escuchar la música que identifica nuestra raza? ¿Acaso dejamos de seguir alentando a nuestro equipo de fútbol? ¿Acaso dejamos de hablar español?  Tal vez no. El problema es que nuestros hijos (algunos) se olvidaron de hacerlo ya que cuando llegaron eran niños, o los que nacieron acá no llevan consigo ese gen al que llamamos latinos.

Hoy, nuestras raíces culturales se han ido perdiendo en la familia. Muchas veces, el tiempo y el trabajo no permiten que se pase un fin de semana juntos y el facilismo hace que sea más práctico comer algo rápido y cada quien en la familia compra su propia comida para la semana. A ciertos padres también les causa vergüenza seguir haciendo lo que antes hacían, a tal punto que se prohíbe en la casa hablar español.

Familia, en nosotros está que el legado cultural que nos ha acompañado por años no se pierda. De cada uno de los que conformamos la raza latina depende que las futuras generaciones sigan disfrutando y fortaleciendo las tradiciones, fiestas, maneras de ser y sentir como solamente el latino lo puede hacer. Ojalá que dentro de 40 años nuestros nietos sigan teniendo en su mesa tortillas y café para compartir, que siga existiendo el deseo de ayudar a los que viven lejos, que las posadas de diciembre y las roscas de enero sigan siendo un motivo para estar en familia, que el español siga siendo su lengua primordial y que la Eucaristía siga siendo parte de ellos como fuente de fe y servicio.

Pidámosle a Dios que siga bendiciendo este país que nos ha permitido cumplir en gran parte los sueños y esperanzas que trajimos hace años. A la vez, pidamos por nosotros, por lo que somos, para que el tiempo y la distancia no borre la herencia cultural de los nuestros.

Pregunta a reflexionar: si vives en los Estados Unidos, ¿se habla español en su familia?

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