viernes, 30 de agosto de 2013

Sin vergüenza

Años atrás cuando éramos niños, recuerdo que en mi natal Venezuela las personas que hablaban de la Biblia y que la llevaban bajo el brazo en la calle o en el ascensor del edificio donde yo vivía, eran identificadas como “evangélicas” o protestantes. Lucía comparte conmigo la misma experiencia en su natal Puerto Rico, de donde también recuerdo los primeros programas de TV en español que hablaban de la Biblia pero que también eran protestantes. Hoy por hoy, damos gracias a Dios porque hemos vivido a través del tiempo, el redespertar de la feligresía católica a la luz del Concilio Vaticano II de la importancia de leer, conocer y vivir la Palabra de Dios a través de la lectura de la Biblia a cualquier edad.

Hemos recordado durante estos últimos meses dedicados a la Fe el 50 aniversario del Concilio Vaticano II y los 20 años de la publicación del actual Catecismo de la Iglesia Católica y esto nos ha motivado a recordar y recuperar nuestra identidad de Iglesia Católica que recopiló la Biblia como Palabra de Dios, la cual se nos fue dada también como alimento (para conocimiento de Dios) para creer y fundamentar nuestra fe.

La lectura diaria de la Biblia es un recurso para el encuentro personal con Jesucristo, para el acercamiento de nosotros como pareja, para la compenetración de padres e hijos, para el crecimiento como familia y, por ende, para la transformación de nuestra sociedad. Nosotros como familia hemos retomado la necesidad de fundamentar nuestra vida en la lectura de la Palabra de Dios, en interpretar su mensaje, en aceptar su reto para nosotros como hijos de Dios, en encontrar fuerzas para enfrentar las situaciones de vida diaria porque a través de ella conocemos más y más de Dios y de Su amor. Crece nuestra confianza, nuestra fe, nuestro amor.

Los invitamos a retomar nuestras Biblias, a llevarlas con nosotros bajo el brazo, en el carro, en la maleta, para la escuela o para el trabajo, e incluso en las vacaciones sin vergüenza, sin temor de ser tildados de fanáticos o confundidos con alguna denominación no católica, con el propósito de leerla como individuos, como parejas y como familia para nuestro crecimiento personal, como esposos y como familia.

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